Resulta muy interesante el punto de vista del Dr. en Ciencias Agrarias Alvaro Rojas Marín actual embajador de Chile en Alemania, ex ministro de agricultura y ex rector de la Universidad de Talca, del cual citaré una parte del artículo “Modernidad, Sociedad y Sector Agrícola, publicado por la revista Universum en el año 1997, en el cuál señala:
"El análisis convencional del desarrollo económico, en su expresión evolucionista más tradicional ha considerado a las sociedades agrarias, como un estado transicional hacia formas más depuradas de desarrollo, más industrializadas y menos dependientes de actividades primarias en general.Por otro lado la mayor parte de la discusión sobre el desarrollo y el subdesarrollo de postguerra, ha tenido también una marcada preferencia por las estrategias de desarrollo desbalanceadas, que propician un “big-push” dirigido, fundamentalmente, al sector industrial.
El ya clásico trabajo de los economistas norteamericanos Johnston y Mellor, publicado hacia los inicios de los años 60, le asigna al sector agrícola en su contribución al desarrollo económico cinco roles fundamentales: a) aporte de alimentos en cantidad suficiente y a precios convenientes, b) traspaso armónico de mano de obra a las crecientes necesidades del sector urbano-industrial, c) aporte de divisas producto de las exportaciones de bienes agrícolas y forestales, d) aporte del capital necesario para la diferenciación y expansión del sector secundario y terciario y, finalmente, e) ser un mercado para los productos que se generan en otros sectores de la economía.
Cual más o cual menos, el Estado Industrial creó sus propios paradigmas sobre la naturaleza y sentido del desarrollo económico, en los que el sector agrícola ha tenido una posición debilitada y precaria.Derivado de la consideración anterior, en la sociedad moderna se ha reiterado el concepto de "crisis del sector agrícola", la que no se ha entendido como un fenómeno terminal, sino que como una situación que conforme a ciertos síntomas que expresan principalmente en relación a: a) procesos migratorios rural-urbanos de difícil manejo, b) fuertes disparidades de ingreso rural- urbano y c) un sentimiento generalizado, en el sector, de aislamiento, postergación y deterioro.En los distintos países occidentales, la agricultura como un todo, sus empresarios agrícolas y sus instituciones se sienten limitados en su desarrollo y marginados de la opinión pública.
En la situación de crisis, sus protagonistas demandan nuevas definiciones y distintos mecanismos de protección económica, social y cultural.Las sociedades industriales y postindustriales han discutido en profundidad el rol del sector agrícola en el desarrollo económico. En general, podríamos señalar, que los cursos de la discusión se han orientado a responder a las siguientes preguntas:- ¿con qué intensidad y en qué forma debe ser practicada la agricultura?- ¿se necesita una agricultura con o sin agricultores?- ¿son los mercados, externos e internos, el único eje de ordenación y diferenciación del espacio rural?La búsqueda de respuestas a estas interrogantes ha determinado la existencia, en materia de Política-Agraria, de dos posiciones fundamentales divergentes:
a) Una que propicia la dimensión exclusivamente productiva y comercial del sector, y otra,
b) que se orienta más bien a considerar a la agricultura como un espacio vital, en el que la dimensión productiva es tan relevante como la de su estructura empresarial y humana.
Dicho de otra forma, la primera pone su énfasis en la productividad, la rentabilidad y en distintos elementos tecnológicos, siendo su eje ordenador fundamental los diferentes rubros de producción, en tanto que la segunda, sin restar importancia a lo anterior, concentra su atención en el ingreso y sustentabilidad de la explotación agrícola, generalmente una pequeña o mediana empresa.La primera ha sido más propia de nuestro continente, la segunda de un claro acento europeo.La primera orientación exige de la política agraria una particular atención por la información de mercados, la innovación productiva, inespecífica de quién la realice y qué efectos produzca.
La segunda por su parte, junto con lo anterior, exige de otros instrumentos accesorios a la política agraria, que permiten incorporar de una mejor forma a la agricultura al desarrollo económico, social y cultural de país. En ambos modelos se dan situaciones de proteccionismo, radicando la diferencia, en un caso, en consideraciones estrictamente de mercado, por lo tanto más lineales, en la otra, en consideraciones de ingreso de las familias y preservación de ciertas estructuras productivas, por lo que la variedad de instrumentos que se ponen a disposición de los agricultores es más amplia y de compleja administración de éstos.
Últimamente ha surgido en el mundo desarrollado la tendencia de desproteger al sector agrícola en cuanto a productor de bienes, concentrando las protecciones en lo que respecta a la producción de servicios a la sociedad, es decir, aspectos tales como aportes al medio ambiente, a la belleza escénica, a la protección de especies animales y vegetales vulnerables, al cuidado de las identidades, desarrollo de villorrios, entre otros.
La discusión en Chile tenida lugar en nuestro país hasta el momento, tiene elementos de ambas orientaciones político-agrarias; una que observa la agricultura desde los mercados, privilegiando la inserción internacional e industrialización del sector agrario, sin mayores consideraciones a los procesos de concentración de la propiedad, de monoprodución, de dependencia externa, de estacionalización del trabajo, que llevan consigo.
Mientras que la otra tendencia, observa el devenir agrario, desde los productores, donde permanentemente se realizan advertencias respecto a la aparición de ciertas tendencias, que se consideran perversas.Es importante precisar, que la discusión en nuestro país, no tiene que ver con el hecho que una tendencia sea más de avanzada y la otra más retrógrada, sino que más bien, con el hecho que una de ellas incorpora al análisis la preocupación por el futuro de la explotación familiar, sea ésta pequeña o mediana empresa, por cuanto ve en sus propietarios los elementos constitutivos de un patrimonio social, que ningún otro sector de la economía posee.
Considera a la tecnología como un elemento neutral, por lo tanto al servicio de los ideales político-agrarios. Por lo que se debe tener una adecuada percepción de los procesos humanos, sociales, culturales y ambientales, que se ponen en marcha, cuando este medio de producción, este instrumento del proceso productivo se transforma en fin u objetivo.
Al concluir esta breve intervención quisiera señalar la necesidad que tiene Chile de profundizar en el análisis de este tema, particularmente en la encrucijada del desarrollo económico en la que se desenvuelve nuestro país.
Voluntarismo aparte, debe reconocerse que la sociedad agraria chilena ha sido determinante en la formación de la nación, en la constitución y modelamiento de su personalidad. Fue un agente central en la modernización de la economía del siglo pasado, de la constitución de sus principales centros urbanos, vías de comunicación, obras de ingeniería y desarrollo en general.
Durante el presente siglo ha dado también evidentes manifestaciones de su vigor. Sin temor a equivocarme, pienso que la agricultura chilena ha sido el caballo de batalla de la apertura internacional de la economía nacional. El nombre de nuestro país, más allá de sus literatos y del atractivo de su geografía, se mantiene en alto diariamente en la mesa de los más disímiles pueblos del mundo, donde se comparte algún un producto chileno.
Todas las naciones que han transitado por la senda del desarrollo, o de la transformación de formas de desarrollo económico más extensivas a otras más intensivas, o de lo agrario a lo industrial, se han enfrentado a similares coyunturas históricas. De la profundidad y seriedad con la que discutamos los temas de la modernidad y el rol del sector agrícola en la economía y sociedad, dependerá nuestro desarrollo futuro.
Tengamos presente eso sí, que el sector agrícola, a diferencia de otros, por la naturaleza de la geografía chilena, por la demografía del país, por la riqueza de sus recursos naturales, tiene una sustancia, un patrimonio de incalculable valor que cuidar y preservar."
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